sábado, 22 de diciembre de 2012

Consagración



A POCO de que aquel mago se arrojase al vacío sin paracaídas, el suelo aterrizó mansamente bajo sus pies.
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El presente hiperbreve llegó a las deliberaciones finales del pasado mes de noviembre en La Microbiblioteca.
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martes, 18 de diciembre de 2012

Lectura a flor de piel



TRAS abordar el tren le llama la atención que todos los pasajeros estén leyendo un mismo libro de apariencia antigua. Interesada por el contenido, de soslayo, descubre que el libro del muchacho junto a ella tiene las páginas en blanco. Se levanta y comprueba que tal circunstancia se repite en cada caso. Entonces pasan por un túnel. Segundos de oscuridad que se le hacen eternos. Con la luz se reencuentra sentada junto al joven. Vuelve a husmear de soslayo y suspira ante las páginas rebosantes de palabras. «He debido quedarme dormida», susurra, y, al pasear la mirada, descubre que las caras de los pasajeros están desprovistas de bocas, narices, ojos… como si fueran páginas en blanco.
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Les dejo el análisis que sobre el presente microcuento hizo el escritor Félix Amador-Gálvez al seleccionarlo como tercer puesto en Ficticia.
Pongamos que hay un tercer lugar. Aquí es más difícil elegir porque habría que dejar al resto de los relatos en el cajón de “el resto”. He elegido, a pesar de todo, “Lectura a flor de piel”, un relato fantástico que podría haber escrito Cortázar entre mate y mate. Como en “Entrecruzamientos”, el despertar de un mal sueño no es siempre ponerse a salvo. Lo que es terrible en el sueño, la carencia de un elemento tan imprescindible como las letras, se vuelve horror en la realidad al contagiarse la falta a los seres humanos... La fugacidad del relato (la del paso por un túnel) es esencial. Ese túnel, además, se eleva en este relato a la altura de elemento fantástico, como una puerta a otro mundo o simplemente un despertar, como sugiere el personaje en su narración. La apostilla (“como si fueran libros en blanco”) sobra, a mi parecer, porque el lector debe haber sido lo suficientemente inteligente para haber captado ya el paralelismo sueño/realidad o libro/rostro pero no desmerece este párrafo que, como un flechazo, nos ha sumergido en una pesadilla de la que hubiera sido mejor no despertar.
Aunque por el momento se queda, ¿ustedes qué opinan sobre lo apuntado por Félix respecto a la frase final?
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lunes, 10 de diciembre de 2012

Sucedió en el campo junto a un eucaliptus



FÓBICO a la marea de celulares, computadoras y tabletas, emitió un ultimátum: “O mi cariño o la servidumbre tecnológica”.
Abatido por la soledad se disponía a quitarse la vida cuando la aparición de un carruaje ―conducido por un viejo amish y su bella hija― retrasó cuarenta y ocho veranos, siete hijos y treinta nietos, su cita con la muerte.
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jueves, 6 de diciembre de 2012

4



A mediados de 2008 tomé la decisión de comenzar a escribir. Lo hacía, claro, desde antes, pero de manera esporádica, circunstancial, sin orden ni método. Unos meses después, y como parte de una estrategia para no morir en el intento, abrí El elefante funambulista. Desde entonces han pasado cuatro años y, puedo asegurarlo, la bitácora ha cumplido con su misión original largamente pero, sobre todo, la ha trascendido...
Queda el compromiso renovado de continuar ensayando pasos en la cuerda, de aprender y mejorar.
Gracias a todos por la compañía. Ustedes son los que le otorgan sentido al Elefante.
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domingo, 2 de diciembre de 2012

¿Por qué no la tuya?



TODAS las mañanas mi esposo me pide que le lleve un vaso de agua a la cama. Dice que mi alma depende de ello porque él hizo un pacto con el diablo por mi amor: si un día yo dejo de cumplir su petición, supuestamente, el ángel caído vendrá por mí. «¿Cómo que por mí? ―rezongo―, si fuiste vos el que firmó el contrato, a vos te tendría que llevar». El sinvergüenza me dice que cuando un hombre ama a una mujer como él me ama a mí, puede comprometer el alma de ésta para el pacto, que así lo establecen las reglas. «¿Qué clase de amor es ése ―replico― que te hace poner el alma de quién decís amar en riesgo?». En este punto mi esposo guarda silencio, bebe parsimoniosamente el agua y, con los ojos tan colmados de amor como hace veinte años, dice: «El más grande del mundo». En tales circunstancias siempre hallo un pretexto para terminar con la discusión, y evadir la pregunta que ruego jamás me permita hacerle.
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martes, 27 de noviembre de 2012

Estrabón de Alejandría



EN UN ANTIGUO MANUSCRITO se cuenta que el sabio Estrabón de Alejandría, preocupado por las duras condiciones de trabajo de los remeros del Nilo, diseñó un artefacto que, según se lo describe, correspondería a una primitiva máquina de vapor. Durante la exposición del prototipo, al comprobar que la tarea que antes realizaban docenas de hombres se volvía del todo prescindible, los remeros destrozaron e incendiaron la embarcación.
El sabio Estrabón, autoexiliado en algún pueblo recóndito del Alto Egipto, murió a los pocos meses ―y conforme sugiere entrelíneas el manuscrito― de tristeza.
H. G. Bevaqua, Historia de las invenciones fuera de época, Toulouse, 1972
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viernes, 23 de noviembre de 2012

Desbordar la página



[…] no estoy seguro de haber escrito microrrelatos. Me parece que fondo y forma son inseparables, y que la brevedad no es un valor por sí mismo. Siempre he buscado la máxima expresividad con el menor número de palabras, pero sacrificándolo todo a las exigencias de cada relato, puesto que la extensión viene dada por las necesidades del propio texto. Cada uno nace con su propio color, tono y envergadura: unas veces ocupan una línea y otras treinta páginas, pero procuro que sean milimétricos y quintaesenciados, que cada palabra tenga peso específico, que por supuesto posean sustancia narrativa, que desborden la pagina y dejen en el lector una huella imborrable. Quizá el microrrelato no sea sino una variante más del cuento, una evolución hacia una forma límite y experimental en la que su rasgo más visible la brevedad potencia sus otras características.
Ángel Olgoso
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lunes, 19 de noviembre de 2012

Bodas



DURANTE los últimos diez años he asistido al casamiento de todos mis amigos. Y a sus velorios, un año después. Siempre.
Curiosamente, a los tres meses de cada muerte, se celebra una boda, con la misma novia. Pelirroja, de pies ligeros y ojos como ascuas. Siempre.
Esta tarde al fin es mi turno. Por siempre.
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lunes, 12 de noviembre de 2012

La caída (I)



«CONSERVA LOS OJOS CERRADOS Y ESTARÁS A SALVO», me susurra una voz cada vez que comienza a calentar el sol. Ignoro cuánto tiempo ha transcurrido, pero a los pájaros ya no les extraña mi presencia: una pareja de jilgueros ―sus notas me recuerdan los fines de semana en la casa del abuelo― ha anidado sobre mi cabeza. Yo, que siempre fui tan atildado, me azoro al pensar en lo ridículo de semejante corona. Sin embargo, postergo una vez más mi decisión de poner punto final a esta incertidumbre. El abuelo, lo sé, jamás me perdonaría que algo les sucediera a los polluelos.
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domingo, 4 de noviembre de 2012

Blanco y negro



EL HOMBRE, canoso y de traje a tono con el negro de sus ojos, se sienta a la mesa y me extiende un libro de aspecto antiguo. Curioso, aunque suspicaz lo hojeo y sonrío.
―Créame, es la mejor historia jamás contada, pero sólo puede ser leída alimentando sus albas páginas con la sangre de un niño ―interviene antes de esfumarse.
Atónito, dejo unos billetes junto al libro y, según salgo apresuradamente del bar me despierto.
Durante semanas el sueño me acosa hasta persuadirme de que no se juzga la vida onírica. La historia resulta en verdad apasionante pero, al llegar al último capítulo el libro desaparece entre mis manos. En plena crisis de ansiedad, aviso al trabajo de mi ausencia para acurrucarme en un rincón hasta la noche. Desdichadamente mis sueños se pueblan de naderías.
Apesadumbrado retomo mis obligaciones y, mientras espero un café, el hombre canoso y de traje a tono con el negro de sus ojos se sienta a la mesa y me extiende el libro.
―El último capítulo debe leerse en vigilia ―sentencia y sonríe.
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martes, 30 de octubre de 2012

Mojar la mano



No sé lo que es un cuento. Un cuento me parece lo más fino y personal y lo menos manchado que puede hacer un escritor. Quiero decir finura literaria y, cuando hablo de manchado, me refiero a manchas de conciencia. El cuento es sincero siempre hasta resultar fantástico y descabellado y apura la verdad tanto que resulta pueril. Es esforzado, ya antes de nacer, porque busca al niño en el hombre ―por eso muchas veces se pierde―, y tan generoso que sólo pretende, a veces, hacer reír a su papá. El cuento no es necesariamente risueño, pero guarda siempre algo de risa, aunque sea dentro de una lágrima. Si no existiera Dios, habría que inventar un dios para los cuentos, porque son creyentes. El cuento ―que nos hace meditar con suavidad y nos muestra el mundo como desde una vidriera policromada― camina con soltura por el corazón y la metafísica. La realidad, en el cuento, se sirve de la fantasía para ser real más hondamente. Para decirnos lo que él cree la verdad, miente todo lo posible, como el amor. El cuento es tan sorprendente que hasta puede no ser así. Pero creo de verdad que el escritor que hace un buen cuento moja su mano en agua bendita y se limpia de pecados veniales.
Medardo Fraile
Cuentos con algún amor
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jueves, 25 de octubre de 2012

Gajes del oficio



METÍ al fantasma en prisión por carecer de papeles para andar asustando. El pobre era tan viejo que le ahorré los grilletes a cambio de que no se fugase a través de las paredes. Esa misma noche me avisaron de la comisaría que Lady Macbeth estaba indignadísima: el fantasma había vuelto al castillo. «Ya va a ver ese mentiroso cuando le ponga las manos encima», refunfuñé mientras abandonaba el lecho.
Por desgracia, dado que los sonámbulos suelen esfumarse para siempre, tuve que negarme a despertar al fantasma y aceptar calmadamente la serie de epítetos que me endosó la dama.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Entrecruzamientos



SOBRE un atril reposa un libro. Lo abro con parsimonia y recorro sus páginas en blanco. Al llegar a la última, un niño me pregunta si leí el libro. Me encojo de hombros y le digo que no. Entonces me despierto.
Ignoraba el significado de aquel sueño hasta esta noche en que el niño se me apareció en una fiesta en estado de vigilia. Tras abandonar el bullicio, me guía a través de varias habitaciones hasta una sala donde sobre un atril reposa un libro. Lo abro y rememoro la historia de mi vida, incluido lo del triste final.
El niño, con cara del deber cumplido, me pregunta si esta vez leí el libro. Me encojo de hombros y le digo que no. Entonces se despierta.
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Los fallos debidamente fundados escasean, por eso les comparto el pormenorizado análisis que sobre el presente texto efectuó el narrador Félix Amador-Gálvez al seleccionarlo como ganador del pasado mes de septiembre en Ficticia:
“Entrecruzamientos”, con su ambiente gótico y misterioso, aúna toda una serie de elementos literarios que lo hacen valioso. En primer lugar, la narración en primera persona, tan característica del género de terror, sumerge al lector en la psicología del personaje, contagiándole sus sensaciones e incluso sus miedos. En la acción, el mismo acto de abrir el libro provoca un aura de misterio. La elipsis, al omitir el contenido del mismo, que no se desvela en un principio al lector, aumenta este misterio. Cuando el personaje despierta se presume la calma. El punto y aparte es un respiro. Sin embargo, el sueño persigue al personaje hasta la realidad, un elemento clásico que recuerda a Poe y que no por clásico deja de ser inquietante. Las contradicciones (cuando lee y niega haberlo hecho) aumentan la textura, provocando incertidumbres, tanto en los hechos narrados como en la honradez narrativa del protagonista. El final inesperado, el sueño dentro de otro sueño, aun más cuando es otro el que sueña, redondean una inquietante y bien construida narración.
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domingo, 14 de octubre de 2012

Sobre los cuentos de hadas



Sobre la famosa crueldad de los cuentos de hadas ―que, por cierto, no fueron escritos para niños, sino que obedecen a una tradición oral, afortunadamente recogida por los hermanos Grimm, Perrault y Andersen, y en España, donde tanta falta hacía, por el gran Antonio Almodóvar, llamado “el tercer hermano Grimm"―, me estremece pensar y saber que se mutilan, bajo pretextos inanes de corrección política más o menos oportunos, y que unas manos depredadoras, imaginando tal vez que ser niño significa ser idiota, convierten verdaderas joyas literarias en relatos no sólo mortalmente aburridos, sino, además, necios. ¿Y aún nos preguntarnos por qué los niños leen poco? Yo recuerdo aquellos días en Sitges, hace años, cuando algunas tardes de otoño venía a mi casa un tropel de niños y, junto al fuego ―como está mandado―, oían embelesados repetir por enésima vez las palabras mágicas: “Érase una vez...”. Y habían dejado la televisión para escucharlas.
Ana María Matute
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lunes, 8 de octubre de 2012

Lo que más me preocupa



UN RUIDO SINGULAR me interrumpió la lectura del periódico. «Ese debe ser Míster Tibbs haciendo otra de las suyas», pensé, y, al instante, el susodicho entró volando mediante un mecanismo a hélice adosado sobre su lomo. Un par de botellas de licor, la araña del techo y el jarrón chino que me obsequió Isabel fueron víctimas de su recorrido antes de que se estrellase contra mi cabeza. Al volver en mí lo senté en su sillón favorito y, arrugando el entrecejo, le dije: «Tenemos que hablar». Así supe que sus peligrosos artilugios los sacaba de un libro. Al principio se negó a enseñármelo, pero la amenaza de dejarlo sin leche por un mes surtió efecto. Leí en voz alta su título «Invenciones para mejorar la vida de los gatos» y comprobé sorprendido que todas sus páginas estaban en blanco.
—Lo escribió mi abuelo hace una pila de años —exclamó con una sonrisa de oreja a oreja—. Como ustedes los humanos no son de fiar, y ya lo enuncia el dicho «gato prevenido vale por dos», al viejo se le ocurrió usar una tinta solo visible a los ojos de mis congéneres.
Lo más extraño fue que, cuando comenzaba a referirle el asunto a Isabel, ella me interrumpió:
―Querido, dejá de preocuparte: he pispiado el libro en secreto y ninguno de los artefactos pasa de ser un mero juguete inofensivo.
La verdad que ahora no es eso lo que me preocupa.

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jueves, 4 de octubre de 2012

La Microbiblioteca, antología



Hace pocos días, La Microbiblioteca efectuó la entrega de premios correspondientes al concurso que organizara desde octubre de 2011 hasta mayo de 2012. Ahora dicha institución acaba de publicar una antología (en papel y online) que contiene la totalidad de los textos ganadores y finalistas. Tengo la fortuna de que entre estos últimos figuren dos micros de mi autoría: «Un elefante sobre la cabeza» y «El vaso de leche».
Si las matemáticas no me fallan, el volumen reúne 69 textos pertenecientes a alrededor de 40 autores que constituyen una muestra interesante de lo que, quizás, ya podría llamarse la nueva ola de microrrelatistas (aunque se echan de menos muchos nombres, por supuesto).
Desde aquí felicito y dejo manifiesta mi alegría de compartir páginas con tantos amigos y conocidos como Mar Horno (ganadora de la categoría castellano con su soberbio «Los suicidas»), Susana Camps, Víctor Lorenzo, Esteban Dublín, Marina de la Fuente, Mónica Brasca, David Moreno, y un largo etcétera.
Queda hecha, pues, la invitación para que degusten la antología; no sin antes recordarles que La Microbiblioteca ya ha lanzado la II edición de su concurso. Suerte para todos.

lunes, 1 de octubre de 2012

Detenidos



CUANDO el recluso acaba el almuerzo y hace a un lado la bandeja descubre que el guardia olvidó la llave de la celda sobre una mesilla cercana. Al instante se para junto a la reja y estira el brazo sin fortuna. Camina de un lado a otro, se rasca la cabeza, sonríe. Luego se quita el cinto, dobla un tenedor por la mitad formando una V, y, mientras lo ata con un retazo de sábana a la hebilla, mira la hora en el reloj de pared: las 12:23. Faltan 7 minutos para que el guardia regrese por la bandeja. Arroja el cinto una, dos, tres veces, hasta que finalmente el tenedor se acopla a la pata de la mesilla. Con rapidez la aproxima y toma las llaves y abre la reja y corre y sale del recinto. Una luz imprevista y tórrida lo enceguece. A poco, con las manos en visera, contempla un desierto liso como un mosaico que se prolonga sin término. Lo único que se le ocurre es volver sobre sus pasos. Pero al llegar a la celda se encuentra con que la puerta está cerrada y la llave no sirve. Mira la hora: las 12:29. Ríe y se sienta a esperar.
Tras varios días, y sin apartar la vista del reloj, lo habita la pavorosa sensación de que ese minuto que resta no tiene ningún apuro en transcurrir.
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jueves, 27 de septiembre de 2012

El destino del escritor



Majestades, señoras y señores: El destino del escritor es extraño, salvo que todos los destinos lo son; el destino del escritor es cursar el común de las virtudes humanas, las agonías, las luces; sentir intensamente cada instante de su vida y, como quería Wolser, ser no sólo actor, sino espectador de su vida, también tiene que recordar el pasado, tiene que leer a los clásicos, ya que lo que un hombre puede hacer no es nada, podemos simplemente modificar muy levemente la tradición; el lenguaje es nuestra tradición. El escritor tiene una desventaja: el hecho de tener que operar con palabras, y las palabras, según se sabe, son una materia deleznable. Las palabras, como Horacio no ignoraba, cambian de connotación emocional, de sentido; pero el escritor tiene que resignarse a este manejo, el escritor tiene que sentir, luego soñar, luego dejar que le lleguen las fábulas; conviene que el escritor no intervenga demasiado en su obra, debe ser pasivo, debe ser hospitalario con lo que le llega y debe trabajar esa materia de los sueños, debe escribir y publicar, como decía Alfonso Reyes, para no pasarse la vida corrigiendo los borradores, y así trabaja durante años y se siente solo, vivo en una suerte de sueñosismo; pero si los astros son favorables, uso deliberadamente las metáforas astrológicas, aunque detesto la astrología, llega un momento en el cual descubre que no está solo. En ese momento que le ha llegado, que le llega ahora, descubre que está en el centro de un vasto círculo de amigos, conocidos y desconocidos, de gente que ha leído su obra y que la ha enriquecido, y en ese momento él siente que su vida ha sido justificada. Yo ahora me siento más que justificado, me llega este premio, que lleva el nombre, el máximo nombre de Miguel de Cervantes, y recuerdo la primera vez que leí el Quijote, allá por los años 1908 ó 1907, y creo que sentí, aún entonces, el hecho de que, a pesar del título engañoso, el héroe no es don Quijote, el héroe es aquel hidalgo manchego, o señor provinciano que diríamos ahora, que a fuerza de leer la materia de Bretaña, la materia de Francia, la materia de Roma la Grande, quiere ser un paladín, quiere ser un Amadís de Gaula, por ejemplo, o Palmerín o quien fuera, ese hidalgo que se impone esa tarea que algunas veces consigue: ser don Quijote, y que al final comprueba que no lo es; al final vuelve a ser Alonso Quijano, es decir, que hay realmente ese protagonista que suele olvidarse, este Alonso Quijano. Quiero decir también que me siento muy conmovido, tenía preparadas muchas frases que no puedo recordar ahora, pero hay algo que no quiero olvidar, y es esto: me conmueve mucho el hecho de recibir este honor en manos de un Rey, ya que un Rey, como un Poeta, recibe un destino, acepta un destino y cumple un destino y no lo busca, es decir, se trata de algo fatal, hermosamente fatal, no sé cómo decir mi gratitud, solamente puedo decir mi innumerable agradecimiento a todos ustedes...
Muchas gracias.
Jorge Luis Borges
Discurso al recibir el Premio Cervantes 1979
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miércoles, 19 de septiembre de 2012

El lápiz que quería aparentemente dibujar un círculo



YO, en realidad, quiero dibujar un cuadrado pero mi lápiz porfía. Tal vez los círculos sean más agradables, o tal vez no hagan más que bienvivir de la fama de perfección que les otorgaron  los griegos. De lo que estoy segura es de que no me apetece trazar uno. Así que mi lápiz y yo nos frustramos mutuamente hasta que la mesa, el cesto y el piso terminan rebosantes de hojas. Reprimo a duras penas el deseo de hacerlo astillas o, al menos, de quebrarle la punta y castigarlo al fondo de la cartuchera. Lo cierto es que, dado que con él he producido mis dibujos más artísticos, finalmente le permito que guíe mi mano. Tras ponderar el círculo fraguado como bastante defectuoso, me levanto para desentumecer las piernas. Entonces el lápiz hace lo propio y baila sobre el papel para agregarle al dibujo una línea ondulante a cuyo extremo se ata con serena resolución.
Podría haberle cerrado la ventana en las narices o pinchado el globo. En lugar de eso, me reclino sobre el marco y contemplo —no sin envidia— su huida, el balanceo pendular de quien acaba de aprender a dibujar sonrisas en el aire.

domingo, 16 de septiembre de 2012

El beso de la muerte



Cuando he empezado un proyecto no paro, y sólo bajo el ritmo si es imprescindible. Si no escribo a diario empiezan a ponérseme rancio los personajes, con el resultado de que ya no parecen gente real, sino eso, personajes.  Empieza a oxidarse el filo narrativo del escritor, y yo a perder el control del argumento y el ritmo de la narración. Lo peor es que se debilita el entusiasmo de crear algo nuevo; empiezas a tener la sensación de que trabajas, sensación que para la mayoría de los escritores es el beso de la muerte. Cuando se escribe mejor (siempre, siempre, siempre) es cuando el escritor lo vive como una especie de juego inspirado. Yo, si quiero, puedo escribir a sangre fría, pero me gusta más cuando es algo fresco y quema tanto que casi no se puede tocar.
Stephen King
 Mientras escribo
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jueves, 6 de septiembre de 2012

Sueño de una noche de verano



AL ABRIR la ventana del dormitorio para que ingrese aire fresco le llaman la atención las cortinas del departamento de enfrente. “Son azules como las aguas del mar”, dice, mientras una mujer joven y curvilínea las descorre un par de palmos. El hombre se alegra de no haber encendido la luz cuando instantes después la muchacha se aleja de la ventana, se desviste y comienza a peinarse parsimoniosamente en la cama. Tras un largo rato la mujer se levanta, abre los vidrios de la ventana y se queda de pie entre las cortinas que una imprevista racha de viento agita como si fueran olas. Su rostro ovalado se vela y se desvela en ese vaivén azul. Al fin el aire se amansa y ella mira hacia el departamento del hombre, sonríe y comienza a cantar. Su voz se le antoja a él poblada de madréporas, hipocampos y delfines. Absorto comienza a bracear.
Cuando la sirena enloquecida de una ambulancia ahoga momentáneamente aquel dulce canto, al hombre le parece distinguir —justo antes de llegar al fondo del mar— la cola de un pez entre las cortinas.
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El presente texto ha recibido en el mes de agosto pasado una mención en el 2º Certamen de relato corto... para mesilla de noche que organiza el sitio Esta noche te cuento.
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domingo, 2 de septiembre de 2012

El cuerpo del delito



CREÍAMOS que nuestro plan era perfecto cuando secuestramos al fantasma. Nunca previmos que nos iban a exigir una prueba de vida.
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miércoles, 29 de agosto de 2012

Evitarás lo autobiográfico



Mi experiencia de profesor me enseñó que, en la mayoría de los casos, lo peor y más débil en la escritura de un estudiante era aquello que verdaderamente ocurrió. No quiero decir que la ficción no pueda tener cierto basamento autobiográfico. De hecho, mis libros lo tienen. Lo que quiero decir es que hay que tener en claro que uno está usando algo que le ocurrió para transformarlo en otra cosa, en ficción. El arte debe ser esencialmente selectivo, y la memoria no lo es cuando, especialmente se trata de invocar eventos traumáticos o trascendentales de nuestras vidas. Yo sugiero que si uno ha tenido un accidente de auto lo convierta en un accidente de avión o tren para así asumir la responsabilidad de inventar algo nuevo a partir de lo ocurrido. Lo verídico de lo que me pudo haber ocurrido no tiene ninguna importancia en lo que hace a lo estrictamente narrativo. Creo que la mayoría de la ficción estrictamente autobiográfica está bajo el yugo de lo mucho que significan para nosotros nuestras desgracias. En nuestra narrativa, la infelicidad es un rasgo de indulgencia. Lo que no quiere decir que no deban utilizarse las sensaciones viscerales, táctiles y físicas más cercanas a la propia experiencia. Todos los buenos escritores las utilizan. No hay que sentirse obligado a decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, porque, bueno, uno escribe ficción después de todo.
Del Decálogo de mandamientos irrenunciables, 9º mandamiento
—compilado por Rodrigo Fresán—.

martes, 21 de agosto de 2012

Motivaciones



—¿SABE cuál es para mí su mejor obra, Georges? —pregunta el inspector mientras mueve la reina.
—No sabría decirle… Tal vez “Los sótanos del Majestic” o “Entre los flamencos” —valora Simenon tras realizar un enroque largo—. La verdad, he escrito tantas…
Maigret decide dejar de lado la suficiencia de la frase y se apronta a despejar un flanco con su único alfil. Sonríe:
—Hace poco leí que “El hombre en la calle” es para García Márquez un cuento magistral. Coincido. Aunque reconozco que lo mío pasa por lo extraliterario.
—Ojalá recordara ese cuento para revelar sus motivaciones —titubea el escritor mientras procura una defensa.
—Ah, mi querido Georges, la cosa es bien sencilla: tras resolver ese crimen, Monsieur Stephan Strevzki, el hombre en la calle, me enseñó a jugar al ajedrez —concluye el inspector Maigret al tiempo que, a lomos de un caballo, da por terminada la partida.

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Ha dicho Raúl Brasca del presente texto: Apenas leí los micros que me envió Ficticia supe que el primer premio sería “Motivaciones”, no por un mérito en particular sino porque sumaba varios méritos. [...] Es uno de los micros que llega más lejos a partir de la referencia intertextual. Presenta una situación particular entre un autor y su personaje que pide ser resuelta. Pero también es un diálogo entre dos historias, la explícita contada en el presente de la narración y la implícita en la referencia que el personaje mencionado hace de otro personaje con el que compartió un cuento. De este modo la trama gana en complejidad. Sin embargo, está expuesta con la mayor economía de palabras y con la mayor claridad. El final es impecable y tiene verdadera gracia. “Motivaciones” sobresale en el conjunto como la mejor alianza entre perfección, complejidad y eficacia.
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