Para «El Cuentacuentos»
HACE TIEMPO COMPRENDÍ QUE MÁS VALE
Para «El Cuentacuentos»
HACE TIEMPO COMPRENDÍ QUE MÁS VALE
Para «El Cuentacuentos»
TENGO UN AMIGO ESCRITOR AL QUE LE GUSTA LLEVAR LA CONTRA. Tan es así, que luego de pasarse veinte años bregando para ser reconocido, cuando le otorgaron el Premio Nacional de Literatura, lo rechazó.
«La verdadera incógnita ante Stonehenge»
¿Qué habrá sido lo que no les dio tiempo a recoger las piezas del dominó a los gigantes?
«Progreso social»
La enmienda constitucional legitimó que la fidelización a las marcas fuese genéticamente hereditaria.
«Leído en un muro del palacio de Cnosos»
El amor es el único laberinto del cual aquél que encuentra la salida está perdido.
UNA TRAS OTRA, LAS FLORES SE FUERON MARCHITANDO asediadas por la sed; y él, incapaz de salvarlas, dejó dos breves manchas, como de humedad, en la pared al atravesarla.
Para «El Cuentacuentos».
La bala le entró, profana, por la sien derecha; saliéndole, por la izquierda, convertida en un pájaro.
Campo de trigo con cuervos - Vincent Van Gogh. 1890
Este desalineado ensayo de cuento es mi primera participación en «El Cuentacuentos».
A VECES SOY UN MÚSCULO QUE SE DILATA, que se contrae, que suda, que dibuja pasos de danza en el aire de una vida quieta. Entonces mi boca se perfila como un gajo de mandarina… Pero en esta ocasión, mi amigo Guillermo, se posa en mi brazo derecho y me baja del sueño. Me saluda, y luego se deja a un silencio igual de largo que la nube por la que bucea el sol. Sabe que estoy ansioso, que me desenvaino como una espada, pero hasta que no resurge el primer pellizco del astro, no se digna a decir más… Me entero que ha estado en la ciudad y de su asombro ante la maraña de cables que la cruzan de punta a punta. Unos compadres suyos le advirtieron que hay que tener cuidado porque dentro llevan el rayo; enojado, me bufa: «¡Qué se creen esos citadinos, que acá no tenemos cables!». Pero yo no quiero que me hable de cables, quiero que me cuente de la gente. «¡Ah!, la gente», me dice, «tendrías que verlos, siempre en movimiento, fluyendo como peces amontonados en un río estrecho». Y me imagino como un pez, como un pez con piernas, como puras piernas andando sin cesar… Y me estrenan las calles, y enseguida lo veo a Guillermo posado como una sombra en el cable urbano que ha adoptado como suyo… Le grito que se baje, pero no me hace caso. Y mis piernas me arrastran, lo pierdo de vista; la gente me mira, los saludo, converso; hago amigos, olvido…
«Te traje esto», me dice, de repente, Guillermo, desanudándome de mi deriva. Y se acerca, galopando mi brazo, hasta mi cabeza. Ostenta un botón en su pico que abandona con cuidado de relojero en la huella del que he perdido. «Así, te ves mucho mejor, no me gustas tuerto», me informa, y yo le agradezco mientras llora mi ojo nuevo un hilo blanco… Nos quedamos en silencio. Al rato, Guillermo se marcha tan sorpresivamente como llegó…
A veces soy un músculo que se dilata, que se contrae, que suda, que dibuja pasos de danza en el aire de una vida quieta.
El 2008 no quiso marcharse sin dejarme antes una pequeña gran flor: la obtención del 1º Premio en el concurso de minificciones.com.ar del mes de Diciembre. ¡Albricias!
Esta Navidad, con mis padres, como siempre, de viaje, me sentía muy solo; pero desde que usted bajó por la chimenea ya no. Si se porta bien, cuando lleguen los Reyes lo suelto…
Cada uno de los amantes lanzó una moneda al estanque de los deseos e inmediatamente se olvidaron de lo que eran el uno para el otro sólo para volver a enamorarse.